En el día a día empresarial, hay algo que nunca debería faltar: oxígeno financiero. O dicho de otro modo, liquidez. Y justo ahí es donde entra en juego una de las herramientas más subestimadas en la gestión de tesorería: la cuenta corriente. Más allá de ser un simple lugar para recibir pagos y hacer transferencias, esta cuenta puede ser la clave para mantener el negocio a flote, sobre todo cuando el mercado aprieta.
Ahora bien, ¿cómo se pasa de tener una cuenta corriente pasiva a usarla como un auténtico motor de eficiencia financiera?
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No se trata solo de tener saldo, sino de moverlo con inteligencia
Una de las primeras estrategias ,y quizás la más ignorada, es centralizar operaciones. Muchas pymes y autónomos abren varias cuentas en distintos bancos «por si acaso», lo cual puede tener sentido en algunos contextos, pero a menudo complica el seguimiento del efectivo y dispersa recursos. Unificar las operaciones en una cuenta corriente principal permite tener una visión clara del flujo de caja y evita sorpresas desagradables al final del mes.
¿Y si tu banco actual no ofrece lo que necesitas? Bueno, ahí es donde entra el análisis comparativo. Existen portales que ayudan a entender qué entidades ofrecen condiciones más favorables para empresas o profesionales.
Controlar el calendario como si fuera oro
El timing lo es todo. Alinear los cobros con los pagos puede parecer básico, pero muchas empresas fallan justo ahí. Si tus proveedores te exigen pagar al contado pero tus clientes te abonan a 30 o 60 días, la cuenta corriente se convierte en un embudo.
Una estrategia inteligente es negociar condiciones de cobro y pago de manera que se generen colchones temporales.
Las domiciliaciones no son un enemigo, si sabes dominarlas
Uno de los errores más comunes es dejar que las domiciliaciones manden sobre el saldo. Cuotas, impuestos, seguros… todo eso va restando casi sin que lo notes. Y si no llevas un control riguroso, puedes terminar con una cuenta tiritando justo cuando más la necesitas.
Aquí lo ideal es hacer una planificación mensual ,sí, con una simple hoja de cálculo puede bastar, que proyecte los cobros esperados y todos los cargos domiciliados. Incluso puedes agrupar pagos para que salgan en las mismas fechas, lo que te da mayor margen de maniobra si necesitas hacer ajustes de último minuto.
En empresas más grandes, esto se conoce como gestión activa de la tesorería, pero incluso un autónomo puede beneficiarse si trata su cuenta corriente como una herramienta viva, no como una caja negra.
Poner a trabajar el dinero que “duerme”
¿Te has preguntado qué hace tu dinero mientras está en la cuenta? Pues lo más habitual es: nada. Y eso, en un entorno de inflación o tipos de interés cambiantes, no es precisamente ideal.
Algunas cuentas corrientes empresariales ofrecen remuneración por saldo, especialmente si se supera cierto umbral. Es cierto que no estamos hablando de rentabilidades espectaculares, pero si mantienes un fondo medio alto cada mes, puedes obtener pequeños retornos que, al final del año, suman.
Además, no descartes complementar la cuenta corriente con cuentas vinculadas o instrumentos de muy bajo riesgo (como depósitos a la vista), para rentabilizar el dinero sin perder liquidez. Cada euro que no se erosiona, cuenta.
El flujo de caja no se improvisa, se diseña
Tener una cuenta corriente es fácil. Usarla con estrategia, no tanto. Pero si se aprovechan sus posibilidades, puede convertirse en una aliada para suavizar las curvas del negocio. Desde automatizar operaciones hasta elegir bien tu entidad bancaria, pasando por controlar tus salidas y poner tu saldo a trabajar… Todo cuenta cuando el objetivo es mantener las finanzas firmes.
Por eso, revisar cada tanto las condiciones de tu cuenta bancaria y actualizar tu estrategia no es un lujo. Es una necesidad. Y no olvides que una cuenta corriente eficiente no es la que más se mueve, sino la que mejor acompaña tu flujo de caja.