Los irrigadores dentales solían ser herramientas de uso exclusivo por parte de los odontólogos. Sus beneficios los experimentaban las personas solo cuando tenían alguna cita de limpieza, por lo que resultaba algo difícil aprovechar sus ventajas en la higiene bucal.
No obstante, desde hace algún tiempo, estos han logrado comercializarse al público, permitiendo que su uso esté a disposición de todos. El único problema está no todos saben cómo implementarlo de forma correcta.
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¿Qué es un irrigador dental y cuáles son sus beneficios?
Un irrigador dental es un aparato de limpieza bucal que sirve para aplicar agua o cualquier otra sustancia directamente a los dientes. Es fácil de utilizar y su truco está en que el chorro que expele va con la presión suficiente para limpiar esos lugares a los cuales es muy difícil acceder con el cepillado normal, pero no con tanta como para generar un daño o dolor.
Existen muchos modelos y formas, con diseños distintos, pero un único fin. Además, se trata de un producto barato que complementa la limpieza normal de la boca, logrando una salud dental mucho mayor.
Sus principales beneficios incluyen:
- Es ideal para la limpieza de los distintos tratamientos dentales, como coronas, puentes, ortodoncias.
- Colabora en la eliminación de bacterias y restos de comida que pueden quedar incrustados entre los dientes.
- Previene la aparición de mal aliento.
- Funciona de manera adecuada en la eliminación de la placa dental, ya que la ataca directamente.
- Es una alternativa en la prevención del sarro y el cálculo dental.
- Su uso regular ayuda a evitar enfermedades en las encías, además de colaborar cuando estas se inflamen.
- Es capaz de llegar a lugares a los que no es posible alcanzar ni con el uso de hilo dental.
- Es muy fácil de utilizar. No establece ningún límite de edad ni contraindicaciones por su incorporación a la higiene diaria.
Pasos para utilizar el irrigador bucal
El irrigador bucal es bastante fácil de utilizar, a tal punto que no requiere de la supervisión de un profesional. Si tienes uno en casa y deseas conocer cómo funciona, estos son los pasos.
Prepara el depósito y llénalo
Lo primero que debes hacer es elegir el tipo de sustancia con la cual utilizarás tu irrigador bucal. La mayoría de las personas prefieren agua, la cual se recomienda que esté tibia, aunque quienes poseen tratamientos como ortodoncia optan por el uso de colutorio o enjuague bucal.
Una vez se selecciona el líquido se destapa el irrigador y se llena el depósito.
Elige uno de los cabezales
Si compraste un irrigador bucal, seguro notaste que este tiene varios cabezales. Esto se incluye en el producto para que las personas puedan utilizarlos todos, alternándolos o cambiándolos cuando uno se dañe. O también para que cada miembro de una familia tenga el suyo propio y lo implemente cuando desee.
Después de elegir el tuyo, puedes colocarlo en el mango.
Selecciona el modo de presión
El irrigador cuenta con varios modos o niveles de presión. Selecciona el que más te conviene, comenzando por el más suave.
Inicia la limpieza
Antes de encenderlo, introduce tu irrigador en tu boca y, una vez dentro, comienza a limpiar. Recuerda que debes cerrar los labios con el fin de que no salpique agua afuera de la boca, pero dejando espacio para que esta se dirija hacia el lavamanos.
Recorre toda tu boca
Limpia cada diente, iniciando desde aquellos que están en la parte trasera. Apunta hacia cada los espacios entre cada uno, sus bases y la zona utilizada para triturar los alimentos.
Una vez finalices con los dientes superiores, pasa a los que están debajo y repite el proceso.
Guarda el cabeza y vacía el irrigador
Después de la limpieza, apaga el irrigador y sácalo de tu boca. A continuación debes sacar el cabezal y lavarlo con agua del lavamanos. Asimismo, vacía el líquido que aún está dentro del depósito.
Recuerda guardar el irrigador en un lugar alejado de animales. Este debe estar protegido de bacterias, sobre todo sus cabezales. Puedes utilizarlo varias veces al día, después de cepillarte los dientes.