La caldera es uno de los electrodomésticos más importantes en la vivienda. De manera independiente al tipo de instalación que tengamos en casa, el mantenimiento periódico anual es imprescindible para garantizar un funcionamiento correcto.
En primer lugar es importante establecer las diferencias ente inspección y revisión. El primero concepto hace referencia a la visita de un operario de la distribuidora oficial con la que se tiene contratado el suministro de gas. En esa visita se comprueba que la instalación funciona correctamente y que no hay fallos en la estanqueidad, el contador permanece en perfecto estado y las tuberías, llaves y gomas funcionan correctamente.
Por otro lado tenemos las revisiones, que son de carácter bianual en la mayoría de casos, aunque su periodicidad depende de las especificaciones técnicas de cada fabricante y modelo de caldera. En algunos casos, los fabricantes ofrecen revisión gratuita a los clientes que contratan un servicio de mantenimiento oficial de carácter anual.
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¿Cómo ha de realizarse el mantenimiento de la caldera?
Sin embargo, el mantenimiento de esta instalación va más allá de la revisión y la inspección. Se trata de un proceso más amplio que obliga a hacer un buen uso de la caldera y fijar las acciones principales unos meses antes de que llegue la época de frío.
Así, el final del verano es un buen momento para comprobar que todo funciona correctamente. En invierno, o las últimas semanas de otoño, el sistema puede verse afectado por un exceso en el consumo, de modo que el mes de septiembre o inicios de octubre es perfecto para realizar todas estas tareas.
El mantenimiento de calderas obliga a revisar a fondo el equipo, incluso cuando sea nuevo o de instalación muy reciente. Así, si se trata de calderas o de gasoil es importante cerrar el paso de suministro, para evitar accidentes domésticos.
Estos trabajos no son caros, pero lo más importante no es el precio a pagar, sino la tranquilidad de que el equipo funciona correctamente. Las revisiones, inspecciones, el mantenimiento generalizado y la prevención evitan averías posteriores que acaban reduciendo la eficacia de la caldera o, en el peor de los casos, tener que comprar un nuevo equipo.
¿En qué consiste el mantenimiento preventivo?
Las visitas de los operarios, tanto para la revisión como para la inspección de calderas, son una parte importante del mantenimiento, pero no es lo único relevante. Así, un buen uso del equipo y un control periódico de la instalación ayuda también a garantizar su funcionamiento.
En el mantenimiento preventivo podemos diferenciar tareas diarias, de frecuencia semanal o semestral. Las diarias incluyen verificar el nivel de agua y la combustión, purgar los radiadores, controlas la presión y la temperatura del agua, cambiar el agua de manera periódica y otras cuestiones menores.
A nivel semanal es aconsejable atender a las alarmas o luces indicadoras sobre algún fallo en el sistema, comprobar el cierre de válvula del combustible y verificar que no existan filtraciones o ruidos anormales. Por último, a nivel semestral, un par de veces al año, resulta adecuado revisar el refractario, los componentes eléctricos y alinear el acople del compresor.
Todas estas acciones van a ayudar a que la caldera siga siendo eficiente y que, en revisiones e inspecciones, todo se ajuste al ciclo natural de la instalación.
¿Qué problemas son los más comunes en las calderas?
El mantenimiento ayuda a reducir los problemas de funcionamiento, pero no los evita por completo. Así, es habitual que se produzcan ruidos extraños o que haya vibraciones. En este caso la solución pasa por aflojar las abrazaderas en las tuberías y dejar suficiente espacio entre estas y las paredes para que puedan dilatarse los conductos por donde pasa el agua caliente.
En caso de que la calefacción se apague esto puede deberse a obstrucciones en las tuberías, fallos en el caudal y la presión del agua o problemas con el vaso de expansión. Las averías en las calderas deben ser solventadas por profesionales acreditadas y han de evitarse las reparaciones caseras.
A las averías habituales se suman otros factores que hacen que la caldera no funcione de manera eficiente. La falta de uso, un mantenimiento inadecuado o una instalación mal adaptada a las necesidades de la vivienda provocan esa falta de eficiencia.
A nivel doméstico, la única posibilidad de los usuarios es llevar a cabo el mantenimiento preventivo, que será potenciado con las visitas periódicas de los profesionales. Con estas dos vías es posible alargar la vida útil de estos equipos.